Yo era una rana antes de ti...

Era verde y tenía ancas, vivía en un bosque de un cuento de hadas y de ogros y de gnomos y de enanos y estrellas fugaces... mi espejo era el agua, mi casa las plantas, mi tele era el cielo y los grillos sabían feo, pero bueno, no había gran menú por escoger. Una vez me comí una abeja que me clavó su aguijón en mi lengua y bajé de peso y me puse regia aunque aún no podía meter la lengua y cerrar la boca... pero una noche, una de esas tantas noches agurridas, me puse a descansar apoyada en un árbol, con la lengua afuera y las ancas arriba porque me había hecho la Ranicure Francesa y seguía con mis ojos saltones a un insecto que llevaba un foco por cabeza, diminuto e irresistible volaba por mis narices dejando ráfagas de luz por donde pasaba.
Le guiñé.

Me miró.

Me lo comí.

A la mañana siguiente, toda yo había cambiado de color. Cambié de verde feo a verde peor, amanecí fosforescente, era la ranaluzdeneón, cegaba a quien me miraba, los renacuajos me decían que el verde era esperanza, pero yo les respondía diciendo que esa sólo era la letra de una canción de Diego Torres, que yo no quería ser fluorescente, que yo quería volver a mi color para volver a camuflarme y estirar la lengua persiguiendo grillos sin sabor y me resigné con mi rareza gracias a la luciérnaga que me empujé esa tarde que me hice la ranicure.

Pasó el tiempo y fue un día sábado, mientras miraba con mi lupa a una azucena que mi color llamó tu atención. Ese día te enamoraste de mi, ese día, cuando a la vuelta de la flor te conocí, y nos hicimos amigos, y nos íbamos al cine, yo prendida de tu zapato y tú caminando despacio para no salir disparada y te acostumbraste a mi enanitud y a mi color fosforescente y a mis ojos saltones y a mi hipo de amor y por eso te quiero más, sin contar las veces que tenías que cruzar el charco para poder verme...

Ahora ya no soy una rana, mi espejo dejó de ser el agua porque mi reflejo eres tú. Gracias a la luciérnaga que me comí el día que me hice la ranicure.